La dictadura no valoraba la vida, el arte, la inteligencia, por lo tanto el impulso adolescente de oponerse daba como resultado algo sencillo: valorar las expresiones artísticas, los derechos humanos, la ciencia... estaba dado en bandeja, no había como equivocarse. Claro, a uno le podían meter un balazo en la calle por andar a la hora equivocada, pero era conceptualmente simple, coherente. Los milicos, cuando gobernaron, nunca trataron de hacerse los humanistas. Eran pésimos en relaciones públicas y marketing, estaban terriblemente mal asesorados, no disimulaban la mano dura. Sabíamos que no éramos como ellos, y como resultado sabíamos bien quienes ser. La valentía podía tener costos, pero no era difícil tener claro lo que era ser valiente.
Hoy en cambio, el establishment no muestra claramente su cara: el país, la economía, el comercio, la escuela, el trabajo, todo está gobernado por el Dios Mercado y sus divinos representantes en la tierra, los Santos Empresarios. A diferencia de la dictadura militar, los empresarios están bien asesorados, el marketing comunicacional, las relaciones públicas e incluso los medios de comunicación supuestamente objetivos, además de la publicidad tradicional, se encargan de que el capitalismo y su cara visible, las empresas y sus productos y servicios, aparezcan como la atractiva solución de necesidades, acompañadas a veces subliminalmente y aveces explícitamente de cosas maravillosas como la familia, el alimento, la socialización, la sexualidad y el deporte.
Cómo podemos oponernos a una familia cantando el cumpleaños feliz? a una bella sonrisa del sexo opuesto? a un suculento plato de pasta? a un carrete con los amigos? al mundial de fútbol? Especialmente si la mayoría de nuestros jóvenes reciben una educación precaria, que no permite distinguir entre noticia y un publi-reportaje, entre protesta y vandalismo, entre telenovela y realidad. El eslabón más evolucionado de esta última variación es el reality show, espectáculo disfrazado de realidad, para que la gente, que está en casa cansada de matarse todo el día estudiando o trabajando, se entretenga con una ilusión de vida un poco más entretenida y variada que la propia.
Entiendo entonces "no estoy ni ahí", pues no tener claramente contra lo cual rebelarse es lo mismo que no saber qué valorar. Esto dificulta alegrarnos por unas cosas y enojarnos por otras, y es más fácil entrar en un estado de apatía psicótica, de que cualquier cosa que ocurra y cualquier persona no nos importa. Porque total, si no nos importa, entonces cuando nos agreden, no nos daña tanto. No nos duele tanto que suba el precio del pan, del pasaje del bus o el tren, la corrupción de un político, la locura de una guerra, la contaminación, la inseguridad laboral, el miedo de enfermarnos, el miedo de envejecer... no estar ni ahí es no estar aquí, es no sentir todo esto, y sirve como una de anestesia.
Vergonzoso: tener un país con un superavit fiscal sin precedentes y con un gobierno que sin embargo perpetúa un sistema escolar público sub-financiado, especial para los pobres, mientras que se permite que los privados lucren con la posibilidad que tiene laclase media de endeudarse para acceder a una educación un poco mejor. Lo mismo sucede con la educación superior, y hasta se ha segmentado el mercado en educación técnica mediocre para la clase media baja (carreras como turismo, prevención de riesgos, peritaje policial) y educación superior ultra cara, para que las familias que tienen más dinero puedan educar a sus hijos como ingenieros, médicos, economistas, empresarios. Si algunas familias hasta pueden darse el lujo de enviar a sus hijos a estudiar en la U. de Chile, que otrora fuera un gran ejemplo de educación pública, admirado en todo el mundo, y que hoy está obligada a competir con los privados porque a penas recibe financiamiento estatal. Igual que TVN. Es vergonzoso especialmente a la luz de la realidad de nuestros hermanos de Argentina, que hasta en sus peores tiempos de crisis han mantenido funcionando la universidad gratuita para todos.
Así que lo que prima hoy, y por eso sonrío, no es la verguenza, si no el orgullo, de ver que la frase "no estoy ni ahí" dejó de ser la consigna del día. Hay una nueva generación de futuros profesionales, políticos, científicos, artistas y empresarios, que comprenden que las cosas no pueden seguir en este status quo a todo color y más falso que reality show, que se está dedicando a desenmascarar esta situación vergonzosa, y que han sido tan claros y coherentes, que la derecha no los ha podido instrumentalizar.
Estoy alegre, y tengo fe en que este mismo espíritu, y el estímulo del efecto que tendrá, darán lugar a un fenómeno generalizado de presión social y probidad gubernamental. Ya es hora de que los gobernantes se pongan las pilas, porque lo que ahora está sucediendo en lo educacional va a suceder luego en lo laboral, en salud, en cultura, en previsión, en urbanismo y en todos los ámbitos de la sociedad donde no se han cumplido las promesas y donde sencillamente el status quo y la desigualdad imperantes no dan para más.
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